domingo, 23 de diciembre de 2007

1: JUGAR A HACER PELÍCULAS

Pero volvamos al tema de Alby y Juanjo: Dos gilipollas en un mundo gilipollas tratando de cometer la gilipollez de rodar una película sin contar con casi nadie.


Esta mañana hemos estado hablando y organizando cosas del proyecto mientras tomábamos un hirviente té rojo en el CAFÉ TIEMPO. Hemos llegado a la conclusión de que estábamos perdiendo el norte. Con tanto lío de producción, tanta búsqueda de financiación y tanta “seriedad” nos habíamos olvidado de la energía... del poder que ha mantenido vivas todas nuestras creaciones anteriores: El juego. Antes jugábamos; nos divertíamos haciendo lo que hacíamos, disfrutábamos, y esas buenas vibraciones se notaban luego en el resultado, aunque todo lo demás fuera una chapuza.

Así que hoy, al calor del té, hemos decidido reorientar nuestras brújulas y volver a nuestros orígenes: dejaremos de ser “serios empresarios” y volveremos a ser creadores juguetones que ponen todo el amor en lo que hacen. Nos hemos dado cuenta, una vez más, de que no necesitamos el dinero de nadie para sacar adelante la película. Podemos permitirnos el lujo de hacer con los cacahuetes un Lulú de más de una hora de duración.


No, no tembléis... El acabado será mejor, el guión está incluso escrito... y esta vez jugamos más experiencia que antes.

2: DIBUJANDO NUBES


Estoy dedicando la tarde a dibujar nubes. Es un buen trabajo, os lo aseguro... Debería existir como empleo social. Debería incluso figurar en el DNI. Nombre: Juan José Ramírez Mascaró. Ocupación: Dibujante de nubes. No vamos a dejarle ese placer solamente a Dios y la mamá Naturaleza...


Eso es lo bueno que tiene trabajar en una película: Uno se puede pasar toda la tarde pintando nubecitas sin sentir ese odioso complejo de culpabilidad de “debería estar haciendo algo productivo”.


Confieso que me ha costado arrancar. Estaba tan falto de energías que incluso dibujar nubes constituía una enorme proeza para mí. Pero todo ha sido empezar... Me encanta dibujar nubes!! Podría pasarme horas y horas haciéndolo. No soy tan bueno como el tipo que diseña los atardeceres majoreros, pero se hace lo que se puede.


He descubierto también que encuentro un formidable placer en el hecho de deslizar el cutter por las curvas de las nubes cuando llega la hora de recortarlas.


Y no ha sido ése mi único descubrimiento. También me he dado cuenta de que la música que uno escucha mientras dibuja nubes influye de una manera decisiva. No es lo mismo una nube pintada bajo el influjo de Philip Glass, que una pintada escuchando a Morricone, o a Pasión Vega, o música de meditación Zen.


¿Cómo serán las nubes que nacen oyendo canciones de King África?


3: LEGISLACIONES DE MIERDA


Con respecto al día de hoy, ha sido, una vez más, un día consagrado a GRITOS EN EL PASILLO. Esta mañana hemos tenido una entrevista radiofónica. Ha ido todo muy bien. Hemos hablado de bastantes temas (incluida la “denuncia social” sobre la poca ayuda que estamos obteniendo de las instituciones) y se nos ha tratado en todo momento (tanto a nosotros como al proyecto) con el cariño, el respeto y el interés que nos vienen ofreciendo desde hace meses los trabajadores de CRÓNICA 100.


Luego he estado leyendo unos papeles retorcidos y enrevesados que me han conseguido en la asesoría de mi padre, sobre el régimen especial de contratación y cotización en la seguridad social de los artistas y los toreros.


Los toreros no constituyen ningún problema para nosotros de momento, pero todo lo demás si es importante, y no sólo importante, sino también FEEEEOOOOO...


Ahora tengo que ponerme con cosas más artísticas. La redacción de unos textos para actualizar nuestra “maravillosa” página web de GRITOS EN EL PASILLO. Pero... ¿con qué estado de ánimo se pone uno ahora con una labor creativa cuando aún no se han espantado en mi cabeza los cuervos de la “legislación vigente///8435/mierda”??


A la hora de la verdad, Alby y yo estamos siendo en Fuerteventura los productores de la película. Nos habría venido bien contar con una persona que hiciese ese trabajo por nosotros... que nos permitiese dedicarnos a lo que debemos dedicarnos...


4: EL PODER DE LOS MEDIOS


Amigos míos, el poder de los medios de comunicación es inmenso. ¡¡Arriba el cuarto poder!!


Anteayer tuvimos una entrevista en la radio en la que denunciábamos la falta de apoyo que estábamos teniendo y lo poco en serio que nos estaban tomando. Dijimos unas cuantas verdades, como que recibimos más apoyo de Madrid que de nuestra poca isla, o la forma en que está funcionando la página web, o las estrategias que tenemos para mover la película.


El caso es que al día siguiente nos llama directamente el consejero de cultura para decirnos que él se había comprometido en ayudarnos y que nos va a ayudar, que por supuesto que tenemos la sala para rodar, que nos van a dar 500.000 pesetas como mínimo, y que está intentando que sean un millón.


También dijo que para cualquier cosa que haga falta que nos dirijamos directamente a él, saltándonos todas las barreras burocráticas, que “la burocracia entorpece mucho y sería una pena que esto se pierda por cosas como ésas”.


Lo cierto es que yo soy escéptico y aplico mi sempiterna máxima de “Nunca confíes en la palabra de un político”, pero parece ser que este hombre está verdaderamente por la labor, y lo cierto es que cuando nos reunimos con él hace unos meses me dio bastante buena impresión y lo vi bastante interesado en el proyecto.


Ojalá sea verdad, porque nos vendría muy bien esa ayuda.


5: NOS CONCEDEN LA SALA DE TRABAJO


Ya empieza la gente a quejarse de que llevo mucho tiempo sin hablar de los cacahuetes en el blog. Pues bien... la última novedad es que:


Ya nos han concedido la sala para rodar de manera más o menos oficial. La tendremos desde el 10 de enero hasta finales de marzo. Hay dos salas disponibles. Una enorme y con una enooooooooooooorme claraboya y otra más pequeña pero que tiene la posibilidad de transformarse en cuarto oscuro. Obviamente, elegiremos esta segunda, pues se adecua a nuestra manera de trabajar. Es decir: Eliminar toda la luz, sumirnos en la más absoluta oscuridad y luego, a partir de ahí, construir nuestra propia luz, como hizo Dios...


Lo malo es que esas salas estarán sujetas a horarios, y son horarios de jornada partida que nos obligarán a partir nuestra propia jornada de rodaje (tendríamos la imposición de comer de 13:00 a 15:00). Pero bueno... tal vez consigamos sacar un buen partido de ese descanso obligado, y tampoco creo que nos venga mal tener un horario fijo e impuesto, porque ello nos obligará a su vez a auto-imponernos una disciplina de rodaje.


Hoy me debería estar dedicando a hacer más dibujos para la película, pero no me sentiré cómodo dibujando hasta que no me haya quitado de encima todos los trabajos de feo bricolaje, así que en lugar de dibujar me he puesto a seguir midiendo maderas. Ahora ha tocado las maderas de los suelos. Llevo toda la mañana con ello y es horrible. Tengo que pintar en las tablas de maderas que harán de suelos las líneas que delimitarán las baldosas. Eso es una verdadera pesadilla para alguien como yo... alguien que siempre detestó las matemáticas por la angustia inherente al hecho de que dos más dos siempre fuera igual a cuatro. Alguien que no es capaz de trazar una línea recta aunque le pongan una pistola en la nuca...


Y haciendo tantas baldositas iguales de centímetro y medio por centímetro y medio, me he acordado del “Sentido Wong” de mi apreciadísimo Jaime Vaca. En serio... está siendo una auténtica tortura, solamente aliviada por las olas del mar al otro lado de mi ventana y las voces de Silvio y Aute al otro lado del altavoz.


6: PINTANDO DECORADOS


Lo bueno de trabajar en una película de bajo o casi inexistente presupuesto es que cada día trabajas en un oficio distinto. Un día eres director, otro día eres tu propio ayudante, otro día eres productor, otro día eres carpintero, otro día eres pintor...


Estos días está tocando ser pintor. Llevo todo el puente encadenado a un pincel. Coloreando los dibujos de los decorados, emitiendo trazos a medio camino entre el zen y la esquizofrenia.


No es un trabajo desagradable, pero tampoco es mi trabajo ideal. Requiere a veces de una precisión quirúrgica que nunca anidó en las manos de los piscis zurdos hipertensos e indisciplinados. Hay que ser cirujano, hay que tener buen gusto, hay que tener paciencia...


Lo más cercano al buen gusto que yo tengo es, en todo caso, un gusto exótico. En cuanto a la cirugía, mis tres últimos pacientes pusieron una demanda escrita con sus manos muertas. Y en cuanto a la paciencia... siempre he sido de los que solucionan la angustia de la inminencia de la muerte corriendo hacia ella por la cuerda floja de la vida todo lo rápido que puedo.


A pesar de ello, de momento estoy bastante satisfecho con los dibujos. Tengo la manía de quedarme fácilmente satisfecho con las cosas que hago. No sé si será narcisismo, o soberbia... O tal vez tenga la suerte de haber encontrado la forma de hacer las cosas tal y como me gustan, siguiendo los latidos de mi corazón en lugar del manual de instrucciones.

7: LOS PINGÜINOS SON MALOS PARA LA PUTA VISTA


Me voy a trabajar. Me temo que esta noche también me tocará trabajar sin luz. En fin... Dios nos dio las dioctrías para quemarlas pintando pingüinitos...


Hay nuevas noticias: Alby y yo hemos estado viendo hoy la sala que nos van a conceder para rodar lo de los cacahuetes. Es perfecta; justo lo que necesitamos. Y podremos empezar a ocuparla a partir de la semana que viene.

8: MINIATURAS


No tengo mucho más que contar hoy. Me he pasado toda la tarde embalando las miniaturas de nuestra película con ese plástico de burbujitas. Sí... Ese que a todos nos encanta coger para hacer explotar las burbujitas.


Hoy he descubierto que también sirve para embalar cosas.


Mañana es el gran estreno. “El retorno del rey” nos espera. Alby, Efrén y yo tenemos ya compradas nuestras entradas para las 21:30. Aguardo el visionado con una combinación de ganas, miedo, intriga... Pero sobre todo ganas.


Seguiremos informando...


... cuando podamos con nuestra propia alma.


8: YA LO DIJO EL GRAN ROBERT ZEMEKIS


Por otra parte, todo ese amasijo de maquetas, maderas, miniaturas y dioramas que podemos denominar “fruto de varios meses trabajando de manera compulsiva en una película de animación protagonizada por frutos secos”, está ya depositado en la sala que tan amablemente nos ha cedido el centro de exposiciones Juan Ismael. Se trata de una pequeña sala sin ventanas en la que tendremos que pasar la mayor parte de nuestra vida durante los próximos dos meses. Todo sea por el arte. Ya lo dijo el gran Robert Zemekis: “El sufrimiento es transitorio, la película permanece”.

9: CAMBIO DE DOMICILIO


Sí... Acabo de llenar una maleta con ropa, porque dentro de unos minutos bajo a la capital de la isla, Puerto del Rosario, sin saber cuánto tiempo pasaré allí. Tenemos mucho trabajo que hacer antes del rodaje, así que me temo que prácticamente me tocará vivir allí.


Así pues, supongo que actualizaré con bastante menos frecuencia de lo habitual, lo cual, supongo, será una buena noticia para algunos *:P


No obstante, intentaré seguir escribiendo algo por aquí como mínimo una vez a la semana.

10: ENFERMÉ ENFERMIZAMENTE TRABAJANDO EN UN LARGO ENFERMIZAMENTE ENFERMO.

Pero bueno, ¿qué más contar por aquí? Seguramente hay mucho que contar, pero no sé si seré capaz de acordarme de todo. Llevo arrastrando un molesto dolor de cabeza durante toda la tarde. Cuando uno trabaja con cierto tipo de pinturas y pegamentos, el olor de dichas sustancias químicas penetra en el cerebro. No es recomendable esnifar las mismas sustancias que utilizaron para envenenar a la duquesa de Alba. (¿Os podéis creer que la excesiva corrección política del diccionario del word llega hasta el punto de señalar como incorrecta la palabra “esnifar”? Putos moralistas fanáticos de mierda...)


¿Por dónde iba? Ah, sí... La pintura venenosa... Mi adorada Ari que tanto me cuida me regañó cariñosamente por no ventilar bien la habitación, pero en realidad la habitación sí estaba ventilada. Lo que ocurre es que cuando uno trabaja con cosas tan pequeñas, tiene que acercar mucho la cara hacia el objeta que se está pintando, y la fatalidad penetra por las fosas nasales.


Algún despistadillo se preguntará probablemente, ¿cuáles son esas cositas pequeñitas que está pintando? Pues más cositas para nuestro largometraje, por supuesto. Allí estamos Alby y yo, encerrados en una habitación cual enanitos de Santa Claus, trabajando en la primera película protagonizada por frutos secos de la historia del cine.


Nos lo estamos tomando con mucha tranquilidad. Realizamos nuestras labores mientras escuchamos música y hablamos de cien mil temas distintos. Hacemos como mínimo un par de pausas en nuestra jornada; una para almorzar y otra a media tarde, para escaparnos a tomar un té y un trocito de tarta de queso en una cafetería muy agradable llamada “Avenida 10”.


Aunque no son sólo los asuntos de ocio y distensión los que interrumpen nuestra jornada. También nos siguen robando mucho tiempo las cuestiones de producción y “relaciones públicas”, tanto en lo referente al proyecto “Gritos en el pasillo” como en lo que atañe a otros proyectos distintos que también parecen adornados por promesas de un futuro prometedor. Una vez más, tengo la sensación de que el 2004 va a ser nuestro año; un año de frutos, de buena suerte... Y será sólo el principio.


Aunque nuestro avance durante esta semana no ha sido espectacular, sí ha sido, cuando menos, alentador. Sobre todo si tenemos en cuenta que estamos trabajando sólo dos personas, y una de ellas (yo, me, myself, servidor, el menda) con las capacidades mermadas debido a la enfermedad. Dolor de garganta, falta de fuerzas, mareos, el ganglio inflamado, como un recuerdo de peores días en los que llegué a pensar lo peor...


Afortunadamente, los síntomas descritos ya son prácticamente cosa del pasado. El dolor de garganta prácticamente ha desaparecido, la energía fluye por mis meridianos y el ganglio se va deshinchando poco a poco. Mucho habrán tenido que ver las atenciones de mi querida Ariadna, con sus flores de Bach (me estoy metiendo esencia de roble), sus comidas sanas, sus infusiones y sus batidos de soja.


Confío en que la próxima semana arrancará con más fuerza, pues mi enfermedad para entonces estará con creces mitigada y habremos pillado el ritmo.


De momento, aprovecharé esta vuelta al hogar para hacer las diez mil cosas que he venido a hacer relacionadas con el proyecto cacahuetes y con otros. Son tantas cosas que estoy casi seguro de que se me va a olvidar alguna. Debería usar agenda, pero hay veinte mil cosas que debería hacer y que no hago, y otras veinte mil que no debería hacer pero sí hago. Según la medicina china tradicional, ni siquiera debería eyacular...


Pero bueno, también dicen los chinos que hay que armonizar siempre todos los extremos, así que debe ser sano introducir en la vida una cierta dosis de decadencia...

11: ORÁCULO Y SINCRONICIDAD


La sincronicidad y la magia siguen manifestándose en mi vida. Ayer fue un día especialmente místico y extraño, aunque el suceso más destacable, en nuestra opinión, fue el del oráculo:


Alby y yo habíamos salido a la calle para recoger unas cosas en la sala Juan Ismael (el sitio en el que nos están preparando el espacio para rodar). Nos detuvimos un par de minutos en la contemplación de una glorieta en la que Amancio (un escultor) estaba colocando con una tropa de hombres unas preciosas estatuas de bronce. Cuando reanudamos el camino, se nos acerca, como surgido de la Nada, un hombre con una mirada extraña, que empieza a caminar junto a nosotros, llamando nuestra atención con una frase:


“De cualquier cosa hacen una idea, ¿verdad?”


Alby y yo pensamos en un primer momento que se estaba refiriendo a las estatuas, y asentimos sonriendo como dos imbéciles. Pero resulta que el tipo se refería a nosotros. “Ustedes van a ser buenos”, nos dijo. “Ustedes van a triunfar”. Lo dijo sin venir a cuento, con la solemnidad de un oráculo. “Yo les conozco a ustedes. Les tengo leídos”.


Era todo extrañísimo. El hombre hablaba y miraba de una manera que no era normal. De pronto, se detuvo junto a uno de los coches más sucios que recuerdo haber visto y abrió la puerta. “Yo tengo muchas ideas”, nos comentó. “¿Me aceptan una copa? ¿Un refresco?”.


Nos quedamos desorientados, sin saber qué contestar. Finalmente Alby le dijo que teníamos que ir a la sala Juan Ismael, y el buen hombre se ofreció a llevarnos. Por aquello de no ser descorteses, aceptamos la invitación y nos metimos en el coche. Al hacerlo sentí que me estaba subiendo en un carruaje guiado por los corceles del Destino. El interior del coche estaba igual de sucio que el exterior. Ensuciaba la propia ropa de uno...


“Soy ingeniero”, proclamó el desconocido. No lo parecía.


El coche se puso en marcha. Escudriñé el título de uno de los libros que llevaba el hombre en el interior del coche: Era sobre pintura decorativa, o algo así. Alby le preguntó al desconocido algo que no recuerdo. Como única respuesta, él le enseñó un reloj que llevaba en la muñeca, mientras decía: “Mira lo que me regaló un colega”. Esa frase fue seguida por una sonrisa loca, desquiciada, que nos hizo comprender a Alby y a mí que aquel tío estaba pasadísimo. Vete a saber si era su estado natural o (lo más probable) si llevaba en el cuerpo alguna sustancia extraña. Me temo que Alby y yo, pensamos al unísono: “bravo, fantástico, magnífico... Estamos encerrados dentro de un coche en marcha con un hombre pasado de rosca, que está como una cabra y al que no conocemos de nada. ¿Será tal vez nuestro último viaje en coche?”


Pero el hombre cumplió su promesa de llevarnos a la sala Juan Ismael, durante un trayecto de conversación surrealista. “¿Y qué ideas tiene usted?”, le preguntaba Alby. “Yo tengo montones de ideas”, contestaba él, con su expresión desquiciada, y agregaba: “Pero las malas son las que funcionan”. Y yo respondía a eso con algunas palabras que ahora mismo no recuerdo. Fue todo así. Soltaba la información de forma rápida, fragmentada, psicotrópica... Decía que conocía al padre de Alby, y decía que mi madre le había dado clase... En otras palabras... sabía quiénes éramos... Decía que él tenía contactos para nuestra película... Todo entre sonrisas y risas de demente... Pero cada cierto tiempo, cual si de un estribillo se tratase, la sonrisa se la iba, se ponía serio, solemne... y nos volvía a repetir eso de “Ustedes van a ser buenos. Ustedes van a llegar lejos. Ustedes van a triunfar en la cinematografía”.


Y tanto Alby como yo lo interpretamos como una manifestación post-moderna de los antiguos oráculos. Una señal del Destino... enviada por alguna fuerza superior a nuestro entendimiento.


Porque cuando un hombre se coloca con alguna droga de esa manera, abandona su razón, disuelve las barreras que lo separan de su subconsciente, su parte animal... y ese hombre, en cierto modo, pasa a estar controlado por el propio Cosmos. ¿Sería, por tanto, un instrumento del propio Cosmos para hacernos llegar un mensaje? ¿Cuál sería ese mensaje? ¿Qué, en efecto, vamos a llegar lejos? ¿O tal vez el mensaje consiste en: “No se metan en un coche con un desconocido de mirada loca”?


Cuando se lo conté a Ariadna y le expliqué que nos metimos en ese coche por cortesía, por no ofender a aquél buen hombre, me dijo: “Entonces ustedes van a morir como murió Buda: por gilipollas”.


Para quien no lo sepa, Buda murió porque un hombre humilde le ofreció un plato de carne en mal estado y, aunque Buda sabía que la carne estaba mal y era peligroso comerla, se la comió por aquello de no ser descortés con el pobre hombre. La disentería acabó con su vida.


Nosotros estamos a años luz de la perfección espiritual de Buda, pero a este ritmo también alcanzaremos la sabiduría necesaria para morir “por gilipollas”. Es malo para la supervivencia, pero es bueno para el karma....

12: CRISTALES OSCUROS Y PAÑUELOS LUMINOSOS.

Los preparativos para la película van obre ruedas. Estos dos últimos días nos hemos animado y deprimido al mismo tiempo viendo “Cristal Oscuro” de Jim Henson y Frank Oz. Eso le hace a uno pensar en lo pequeñita que va a ser Gritos en el Pasillo.


Estoy pensando en darme un salto a Las Palmas a mediados de este mes para visitar a Ari. Una vez que empiece la vorágine del rodaje, no sé cuándo volveré a tener tiempo para verla. Me apetece mucho ir a visitarla, como el caballero que va a ver a su princesa antes de la batalla, para que la princesa le regale un pañuelo a modo de amuleto. ¿Podré tejer yo con hilos de sueños algún pañuelo similar para que lo pueda llevar ella en su batalla de exámenes universitarios?

13: EL MEJOR DE LOS EJERCICIOS


Los preparativos de la película podrían ir mejor, pero no van mal.


Estamos inmersos en una rutina que consiste en trabajar hasta que nos echan de la sala, luego alimentarnos (generalmente de forma medianamente barata y no siempre demasiado saludable) y luego vernos alguna película.


El mejor de los ejercicios para tipos como nosotros: Dedicar los días a hacer una película y ver otras muchas.

14: HARTO


Tengo ganas de terminar la película porque estoy harto de trabajar en ella. Nos sentimos muy solos.


Seguimos teniendo que abordar un centenar de tareas para las que no estamos cualificados, porque tampoco tenemos dinero para contratar a personal cualificado. Y por si fuera poco, hacer la película en el Centro de Arte Juan Ismael implica estar en continuo contacto con dos mundos que aborrezco: El mundo dela política y el mundo de los artistas vanguardistas de boina torcida y gafas de pasta dura, las exposiciones freeescaaas y minimalistas y las inauguraciones con canapés que combinan esos dos malos tragos: artistas y políticos.


¡Cielo santo! ¡Teníais que haber visto la exposición en la que estuvimos el otro día!


¿Vosotros creéis que... Bueno... mejor me callo. Mi opinión sobre el tema es tan destructiva como subjetiva.


15: CUARTO DE SIGLO (para que sirva de referencia temporal)


Ésa es la edad que cumplí el jueves pasado: Un cuarto de siglo. 25 añitos...


Últimamente voy por ahí haciendo la misma reflexión:


Si cogiésemos a 80 personas que tuviesen mi edad y sumásemos todas sus edades, llegaríamos a la época en que nació Jesucristo.


Y ochenta personas no son tantas. Seguro que tenéis el doble de personas o más en las agendas de vuestros teléfonos móviles...

16: MAYA Y GANESHA


La marcha de la película continúa igual que siempre: Con la lentitud de un potaje cociéndose a fuego lento. Tan sólo esperamos que, al igual que en el caso de los potajes, la coción lenta le dé un sabor a la película que merezca la pena.


El otro día nos sucedió algo curioso mientras trabajábamos en la sala.


Yo estaba colocando en el suelo unos papeles de periódico para no ensuciar, y de repente, en la hoja de periódico más cercana, divisé algo que llamó mi atención:


Era un anuncio. Un anuncio de una obra de teatro: La bella aurora. Y en el anuncio aparecía una fotografía de la bella aurora de la obra, es decir, mi amiga Maya.


Me hizo muchísima ilusión encontrarla ahí, de forma tan inesperada. Además, cuando Maya aparece, normalmente me trae señales del Destino.


Le enséñé a Alby mi afortunado hallazgo, y él dictaminó sabiamente que no podíamos dejar a Maya allí, en el suelo, bajo conglomerados de madera y pegotes de cola. Recortó la fotografía y, como la propia Maya me había recomendado hacía pocos días que le pusiésemos caramelos y ofrendas a la estatuilla del dios hindú Ganesha que tenemos en el improvisado altar de nuestro set de rodaje, pues allí pegamos a mi amiga Maya, debajo de Ganesha. Esa caprichosa deidad de cabeza elefantiana no tiene derecho a quejarse. Le hemos depositado una ofrenda realmente buena.


Lo más curioso fue ver cómo quedó la hoja de periódico en la que fue recortada la foto de Maya. La ausencia de dicha foto generío un hueco que subrayaba dos palabras al otro lado de la hoja de periódico. Esas dos palabras eran "los goya".


Así que ya sabes, Ganesha. Márcate el puntazo y te pondremos otro caramelito. De momento, a Alby se le ha ocurrido que, dado que Ganesha tiene cabeza de elefante y a los elefantes les encanta comer cacahuetes, convenía ponerle algunos cacahuetes en el altar. Tal vez así descarte la idea de comerse directamente al reparto de nuestra peli.

17: CUADERNO DE BITÁCORA


Cuaderno de bitácora del navío Gritos en el Pasillo:


Domingo veintitantos de abril. Año 2004 de nuestro señor.


Dentro de poco llevaremos un año navegando por estos mares inciertos. La moral de la tripulación ha pasado por momentos mejores.


Llevamos demasiados meses encerrados en este barco. Sólo podemos comer cacahuetes. No hay ningún otro alimento en la bodega, y la tripulación empieza a estar un poco harta. Cada vez que alguien menciona cualquiera de los restantes eslabones de la cadena alimenticia, nuestras bocas babean con nostalgia. Incluso algunos alimentos que en otros tiempos habríamos situado por debajo del cacahuete en nuestras preferencias se aparecen ahora en nuestros sueños como tentaciones paradisíacas, como anhelados frutos prohibidos, como rocío de Ávalon...


En ningún momento he creído que la dieta de frutos secos nos esté matando. Nos aporta todo lo que necesitamos para vivir. Es la monotonía lo que nos hace enloquecer. Es el hecho de encontrarnos todos los días con el mismo sabor, la misma textura, el mismo crujido de la cáscara.


Procuro mirar las cosas desde una perspectiva más positivas. Intento apreciar todos los encantos de nuestra dieta rica en magnesio, evoco todas las razones y sentimientos que nos indujeron a cargar de frutos secos las despensas de provisiones de nuestro barco. En ocasiones consigo inundarme de esa positividad. Pero los sentimientos positivos se desvanecen cuando veo la cara de los restantes marineros. Porque en sus caras veo los reflejos de lo que, por el bien de nuestro viaje, yo trato de pasar por alto: Que llevamos más de diez meses comiendo cacahuetes, y que eso son muchos meses para una tripulación tan pequeña como la nuestra.


Seguimos encontrándonos con algunos obstáculos en los senderos del océano. Algún que otro iceberg, un arrecife, el traicionero banco de coral... o esas dichosas tempestades que nos obligan a replegar las velas. Normalmente son obstáculos bastante predecibles, y no nos pillan en absoluto por sorpresa. Pero somos demasiado pocos en este barco. Tres marineros encuentran demasiadas dificultades para gobernar un barco de semejante tamaño. Para salvar los obstáculos hay que estar al mismo tiempo en el timón, en el mástil, en la torre de vigilancia, frente a los mapas apergaminados de la mesa del camarote, tras la mirilla del astrolabio, reparando las goteras del techo, para que la pólvora no se moje...


Si todo eso lo tienen que hacer solamente tres marinos (en ocasiones dos) una misma persona tiene que correr continuamente del timón a las maromas, confiando en que la otra persona corra del mástil a la bodega y luego se pase por el astrolabio... y uno acaba bastante agotado. Más agotado psicológica y moralmente que de una forma física. Y, obviamente, los obstáculos no se superan todo lo bien que se debiera.


Últimamente mis compañeros de bote no trabajan con la misma ilusión y el mismo empuje. Estos diez meses de navegación incierta están haciendo estragos en su moral. Yo sigo diciéndoles que el viaje merecerá la pena, que tarde o temprano llegaremos al nuevo continente prometido, que allí encontraremos tierra firme, remedios para nuestras necesidades y la recompensa (sea cual sea) por haber recorrido tantas millas de inexplorado mar hostil.


Pero creo que hace semanas que dejaron de creerme. A veces me parece captar cierto escepticismo en sus miradas. Tal vez el mismo escepticismo que yo lucho por ocultar a mi propio reflejo en el espejo.


Es difícil creer en el nuevo continente. Según las primeras mediciones astrológicas, se suponía que llegaríamos a nuestro destino hace cuatro o cinco meses. Pero esos cuatro o cinco meses fueron apareciendo uno tras otro, como si hubiesen acechado escondidos entre los arrecifes de coral, para prolongar la navegación indefinidamente, hasta el punto de que ya no estamos seguros de nada. Hemos arrojado al mar todos nuestros relojes de arena. Ya no confiamos en el tiempo. Esos meses traicioneros, esos meses sorpresa, producen un efecto similar al de una muerte lenta. Pero es todavía peor: Es vida lenta. Es estar conectado indefinidamente a la máquina sin que la eutanasia de nuestro estimado barco se pueda plantear como una opción coherente.


Por eso es lógico que los navegantes ya no crean ninguna promesa acerca de la llegada al nuevo continente. Manejan los aparatos del barco como zombies, sin motivaciones, sin ilusiones, sin vida, sin un rumbo demasiado definido... Pero no tienen intención de desertar. Al fin y al cabo, ingresaron en el barco por voluntad propia. Sabían el precio que se pagaba por ser tripulante de este barco. Es más, fue el navegante Alby quien me convenció para quitarle el polvo a este viejo navío que construí con mis propias manos hace ya dos o tres años... para luego abandonar pudriéndose en los muelles, por no encontrar a nadie entonces que me ayudase a deshacer los nudos de las maromas.


En las últimas dos semanas la navegación se ha hecho más lenta. Hay motivos para ello. Estamos atravesando el archipiélago que los indígenas conocen como ”Taller de cortometraje de la semana temática de cine del instituto Santo Tomás de Aquino”.


Tal vez llegaríamos antes a nuestro destino si hubiésemos virado a estribor y hubiésemos circunvalado ese archipiélago, pero teníamos razones para entrar en este cúmulo de islas: No solamente razones diplomáticas (habíamos prometido a los habitantes de las islas que pasaríamos por aquí en estas fechas, del mismo modo en que lo hicimos en otra expedición, el año pasado). No. No es sólo eso. También nos viene bien recalar en las islas para recolectar provisiones.


La tripulación agradece ese cambio. Yo mismo experimento cierto alivio al pisar de nuevo la tierra firme, de isla en isla, y probar frutos tropicales distintos de los sempiternos cacahuetes.


Es normal que todo eso nos tiente y nos incite a demorarnos más de lo previsto en estas islas, pero no deja de preocuparme el hecho de que estamos descuidando el mantenimiento del navío y de que no sabemos cuándo la corona dejará de financiar nuestra expedición.


En otras palabras: Es bueno repostar en este archipiélago, y es bueno también dejar sembradas en él semillas de árboles frutales para el camino de vuelta (todavía no sabemos si vamos a regresar del nuevo continente con las manos vacías; si vamos a descubrir que el nuevo continente no es otra cosa que un erial sombrío, un páramo estéril...). Es bueno repostar... pero no podemos descuidar el ritmo de la navegación. Y puede que lo estemos descuidando. Es cierto que tras la experiencia del pasado año navegamos con bastante soltura por estas líneas, pero a veces me asalta el temor de que a veces damos a sabiendas algunas vueltas innecesarias simplemente porque tenemos miedo de salir al mar abierto.


Porque sabemos que en cuanto abandonemos el archipiélago todo se volverá a reducir a una dieta rica en magnesio pero pobre en variedad; porque sabemos (los instrumentos de medición lo confirman) que la gran tormenta se avecina, y aunque los poderosos vientos de esa tormenta acelerarán nuestra marcha y nos llevarán con gran rapidez hacia nuestra meta, corremos el riesgo de que las olas kilométricas nos hundan en los abismos, o de que el huracán no haga llegar a tierra firme, pero con tanta violencia que acabaremos estallados como una pita contra las rocas, y el navío quedará convertido en un cascarón roto y vacío, como los cascarones de los cientos de manises que alberga en las entrañas.


No tiene por qué suceder eso. Somos pocos navegantes, y sabemos navegar por estos mares como nadie. Tal vez el círculo polar de los 35 mm nos venga demasiado grande, pero en estos mares, en estas latitudes... ni siquiera el almirante Welles o el pirata Hitchcock se atrevería a desafiarnos. Ni siquiera las olas y los vientos pueden vencernos, aunque seamos sólo tres, o dos... Pero es importante que seamos conscientes de ello como lo fuimos antaño... y es importante que estemos lo suficientemente despiertos, lo suficientemente atentos... y que no olvidemos cómo empezó esta expedición, de dónde partió, por qué partió y adónde queremos llegar.


El navegante Enrique Light Artisan tomó prestado un bote y nos abandonó temporalmente. Dice que escuchó el canto de una sirena en un islote lejano y no podía resistirse a su llamada. No sé si le habremos perdido. Aseguró que volvería mañana, pero es difícil estar seguro con alguien tan enamoradizo como el navegante Light Artisan. Queda al menos el consuelo de que sé de buena tinta que la sirena que le espera en el islote es de las que devoran a los marineros, pero no a mordiscos, sino a besos.


En fin... Si regresa lo castigaré a pegar las puertas de las bodegas y a seguir cultivando césped artificial. Y luego rezaré por poder contar con él y con el pleno uso de sus facultades cuando la tempestad se desate.

18: A PUNTO DE ENTRAR EN MAR ABIERTO


No voy a contar mucho más. No por falta de cosas que contar, sino por falta de fuerzas. La semana pasada resultó realmente agotadora. Los días de la semana susodicha consistieron en levantarse más bien pronto tras haberse acostado a las tantas la noche anterior... Enrique y yo nos íbamos a la sala a trabajar con la película; Alby se quedaba en su casa editando el cortometraje del taller que hemos estado impartiendo.


A la hora de comer, comíamos (era nuestro mayor privilegio) y una vez comidos, nos subíamos a casa de Alby para seguir montando con él el corto. Y ha sido un verdadero curro. Un día estuvimos montando 10 horas seguidas, y al día siguiente 15 horas. Y eso sin contar las mañanas que estuvo trabajando Alby solo, mientras el Artesano y yo pintábamos, cortábamos, encolábamos, moldeábamos...


Finalmente el trabajo se vio recompensado. El cortometraje fue un éxito. Encantó a profesores y alumnos, e incluso a mi padre, que es mi crítico y censor más implacable. Estaba rodado en clave de falso documental, y a pesar de lo disparatado de la historia, parece ser que una gran mayoría de alumnos se lo han tragado. Somos unos manipuladores de la ostia, y lo peor es que estamos enseñando a serlo a una manada de chiquillos de entre 15 y 17 años que, por cierto, se han comportado de una manera durante el proyecto que ya la quisieran algunos de los que se autodenominan profesionales. En fin... creo que a estas alturas seríamos capaces de hacer que el Dioni ganara las elecciones.


Y el trabajo en Gritos en el Pasillo también ha merecido la pena. Ya sí que está todo avanzadísimo. No exagero si digo que mañana mismo nos podríamos a poner a rodar si quisiéramos. Pero no es la mejor manera. Todavía queda rematar una serie de detallitos que harán el rodaje más fluido. Mis cálculos (y ya sí me parecen más certeros) son que en esta semana que entra terminaremos de rematar esas cosillas y empezaremos a despejar la sala para prepararla para el rodaje; meteremos la cámara, los focos, los trípodes, la pseudo-grúa y el pseudo-travelling que nos está fabricando el padre de Alby... En la semana siguiente a la que empieza ahora empezaremos a sacar fotografías y simulaciones que enviaremos a Madrid para que se vayan encargando de promocionar, buscar financiación y terminar la página web. Eso a nosotros nos servirá para ir entrando en calor. Para probar cómo funciona el montaje de los decorados, los suelos falsos... acostumbrarnos al manejo de las marionetas cacahuetiles. Para ir haciendo pruebas de iluminación, pruebas con inciensos y similares... Es decir, que esa segunda semana, al igual que la anterior, ha de redundar en la agilidad del verdadero rodaje que si todo sale bien empezaría justo a la semana siguiente, aprovechando el calentamiento.


La presencia del artesano de la luz por estos lares no sólo está resultando traidora, sino también útil. Todos debemos agradecer el hecho de que la televisión pública sea una mierda y el artesano no disponga de canal satélite. Gracias a eso, Enrique se acogió a la única alternativa: Tragarse los programas de bricolaje. Su asiduidad a esa clase de programas está resultando realmente conveniente en estos últimos coletazos de la preparación de Gritos en el Pasillo.


También nos ha brindado generosa ayuda el artesano en la elaboración del corto del taller.


En lo que a mí respecta, estoy dedicando estos tres días de “merecidas” vacaciones para hacer lo mismo que espero estén haciendo Enrique y Alby: El vago.


Creo que no sólo nos hemos ganado estos tres días de reposo, sino que los necesitamos para ahora, cuando llegue el martes, volvernos a meter a saco con los cacahuetes, mañanas y tardes, sin demoras, sin contemplaciones...


El navío Gritos en el Pasillo se acerca a mar abierto. Si algún corsario pretende sabotear nuestra navegación advertimos que nosotros no negociamos. Nuestros cañones lo hacen por nosotros.

19: TODAVÍA NO LLEGA EL PUTO MAR ABIERTO


En realidad mi vida en el momento actual podría calificarse de GUAY. Mañana (como estaba previsto) meteremos en la sala la cámara, los focos... es decir, las cosas que ya empiezan a “oler a rodaje”.


Pasaremos toda la semana haciendo las pruebas de cámara y movimientos que estaban previstas y rematando algunas cosas que quedan de las cuestiones de decorados y similares. Muchas de esas cosas nos iremos dando cuenta de que faltan conforme las vayamos necesitando. Así que es mejor ir necesitándolas para las pruebas de esta semana que ya en pleno rodaje.


Todo va tan bien como cabría esperar. Así que espero que al señor Cabría Esperar le vayan las cosas de miedo. Si es así, es muy posible que la semana que viene la empecemos ya con el plan de rodaje en la mano, y tachando planos... Empezando a tachar los más de 700 planos que tenemos que rodar...


Aún no sé cómo nos las vamos a arreglar para hacerlo. No sé cómo nos las vamos a arreglar para poder contar cada día con el número de personas necesario. No sé si cualquier día, de buenas a primeras, nos quitarán la sala y nos pondrán de patitas en la calle. No sé una mierda. Pero, ¿a quién demonios le importa? Como diría Dustin Hoffmann en la cortina de humo, “¡Esto no es nada!” Es pan comido para nosotros.

20: MOZART, DESTINO, ESTILO, EXCOMBATIENTES


Adoro a esa moneda. Aparece muy pocas veces en mi vida, pero su sabor metálico es el sabor del Destino. Me refiero a ese euro austriaco que tiene tatuada la cara de Mozart. Desde aquella racha que tuve hace tiempo en que me lo encontraba cada dos por tres en momentos clave, terminé asociando el significado simbólico de esa moneda a la banda sonora de nuestra película, Gritos en el pasillo.


Llevaba meses sin encontrarme al euro de Mozart. Casi me había olvidado de él. Y de pronto, un día de esta semana, el euro austriaco llegó a mi monedero, se limpió los pies en el felpudo que hay justo delante del bolsillo de las monedas y le dijo a mi mayordomo: He regresado.


Había regresado.


“Hoy va a llegarme una noticia relacionada con la banda sonora de la película”, pensé.


Unas cuantas horas más tarde, yo estaba en la cocina preparando un revuelto de huevos, queso y salchichas de pavo. Las rodajitas de salchicha hacían el amor con los taquitos de queso entre sábanas amarillentas de huevo batido. Y de repente... el teléfono móvil de Alby comenzó a sonar.


Alby lo cogió.


- ¿Diga?


La voz del otro lado de la línea comenzó a hablar:


- Hola, ¿eres Alby? Yo soy Arístides.


- ¿Arístides? – entonó Albynubio, desconcertado.


- Moreno – respondió la voz del otro lado de la línea.


- ¡Ah! ¡Moreno! – exclamó Alby, más desconcertado todavía.


Arístides Moreno empezó a descojonarse de risa. Lo primero que Enrique y yo pensamos es que se trataba de una broma. Pero no... Era real. Era el verdadero Arístides Moreno. Un par de meses atrás le habíamos hecho llegar una copia del guión de Gritos en el Pasillo, junto a un dossier, una copia de nuestro cortometraje del bardino y una carta bastante freak y confiansúa. Le preguntábamos en la carta si estaba interesado en hacernos una canción para la película.


Pasaron los días, pasaron las semanas... las semanas empezaron a coagularse en meses... y nos olvidamos del asunto. Y de repente, ese día, Arístides Moreno nos da señales de vida para decirnos que está muy liado, pero que quería que supiésemos que está muy interesado en participar en el proyecto, que ya tiene algunas cosas pensadas y en cuanto pueda intentará grabar una maquetilla y mandárnosla. Nos dijo también que no podía ver el corto del bardino, porque no se reproducía en su playstation. Esa parte hizo que Enrique y yo nos desternilláramos de risa.


Así que esa ha sido nuestra última incorporación al proyecto: Arístides Moreno. El gran Arístides. Nos dio sus números de teléfono y ya estamos en contacto con él. De momento no hay nada formalizado. Sólo buenas intenciones y parece ser que ilusión por ambas partes, pero tener a Arístides interesado en el proyecto es una poderosa arma de promoción en el ámbito canario.


Podríamos decir, en términos generales, que desde que hemos “acabado” con las manualidades y hemos empezado con el trabajo de pegaplanos y cuentacuentos están lloviendo las oportunidades de conseguir fama y prestigio para el proyecto. Lo de Arístides es un hecho notable, pero no es, ni mucho menos, un hecho aislado. Ya hemos salido en el programa de Mar Castañeyra (el de mayor audiencia en las teles locales de nuestra isla), y la próxima semana nos espera un maratón: la televisión autonómica, la Provincia, crónica 100, radio archipiélago... La gente empieza a oír hablar de la película más aún que antes. En las calles de Puerto uno casi puede percibir cómo flota la conciencia de que esos tres locos están haciendo una película... y la gente comienza a tomarse el proyecto en serio. Muy en serio...


Todo eso es bueno, porque significará más facilidad para conseguir financiación a nivel insular, nos pondrá en contacto con más gente dispuesta a ayudar (ya se han ofrecido a ayudarnos algunos de nuestros antiguos alumnos) y lo más importante para mí: Nos garantizará aún con más fuerza la permanencia en la sala. Si las cosas crecen al ritmo en que están creciendo, nadie tendrá valor ni interés en expulsarnos de esa sala.


Quiero rodar la película en ese taller. No sólo por lo traumático que sería tener que trasladar todo el material a otro lugar. Eso pesa muchísimo, pero hay algo más: La carga simbólica, emotiva, mágica en cierto sentido... que sigo apreciando en el hecho de que el edificio en el que estamos era anteriormente el Cine Marga... el cine en el que vimos nuestras primeras películas... El hecho de que la sala en la que estamos coincide concretamente con el lugar en el que estaba el proyector de dicho cine.


Sí... Esa sala huele a Destino... A Destino y a plastilina.


Las pruebas de cámara que estamos realizando con los decorados de la película están dando resultados realmente satisfactorios. Esas pruebas están ahí para decirnos que el rodaje va a ser muy puto y muy largo, pero que va a merecer la pena. Vamos a hacer algo grande con esto. Se trata de algo grande muy pequeñito y humilde. Pero algo grande al fin y al cabo... Algo grande porque nos estamos dejando en ello tiempo, sudor, años de vida, el poco dinero que encontramos en nuestros bolsillos, horas de sueño, neuronas, dioctrías... e incluso algo de sangre. Da igual si tiene éxito o no. Da igual si la gente lo comprende o lo abomina. Si conseguimos terminarlo... si llegamos a ese fin... si la peli llega a ese fin sana y salva, y nosotros también... entonces habremos hecho algo grande, habremos cerrado una etapa de nuestra vida y habremos comenzado otra, habremos llegado a la cima de la montaña y nos dará igual el paisaje que hallemos en lo alto. Nos parecerá endiabladamente cojonudo. Nos habremos demostrado muchas cosas a nosotros mismos, y habremos demostrado también un par de cosas al mundo, aunque el mundo grite tanto y vaya tan deprisa que no se dé cuenta de ello.


Da igual si la película alcanza el enorme éxito que pronostican algunos o si desemboca en el fracaso que acaso auguran otros entre líneas. Da igual si el resultado es un gris término medio entre los dos extremos. Para nosotros será un éxito, porque si conseguimos llevar esta empresa a buen fin, sabremos que seremos capaces de afrontar lo que se nos ponga por delante. Miraremos con indiferencia a los nuevos cineastillas que surjan pavoneándose, con esa indiferencia que percibimos en la mirada del excombatiente lisiado que mira a los presumidos guardas de seguridad de la puerta de la discoteca y podremos decir, al igual que el excombatiente: ”Aficionados...”


Y eso será tan sólo el peor de los casos. Dudo mucho que tengamos que llegar a eso. Este proyecto no puede fracasar. Hay demasiadas energías positivas de la gente que nos apoya, hay demasiadas señales del Destino, hay una inexplicable benevolencia en la forma de proceder del Cosmos; nos obsequia con problemillas diminutos, para poder permitirse el lujo de no jodernos con ningún problema de los gordos, hay demasiadas expectativas para ser defraudadas, hay demasiada gente que se ha quedado enganchada, o intrigada o maravillada al oír hablar del proyecto, o al leer el guión, o al ojear el dossier, o al ver las maquetas, o las fotografías... Y... ¡qué cojones! Sabemos lo que estamos haciendo, y eso es algo que no podrán decir muchos directores en este maldito país. Sabemos lo que hacemos, sabemos cómo lo estamos haciendo... y estamos siendo honestos y humildes con nosotros mismos. De alguna manera misteriosa, estamos encontrando nuestro propio lenguaje, nuestra propia estética... Tal vez el estilo, el verdadero estilo, no venga determinado por esas ideas e imágenes que tenemos en mente (esa ensalada de influencias e ídolos que se combinan para generar monstruos de frankenstein nunca vistos; un brazo de Burton, un pie de la Hammer, un tornillo de Lynch (el que le falta a Lynch), un ojo de Hitchcok, el otro de De Palma, un hombro de la Corman, las orejas de Poe...). Todo eso ayuda, por supuesto... todo eso es el sustrato... pero creo que lo que termina de cincelar el acabado final es la forma, totalmente personal y propia que tenemos los artistas de afrontar los obstáculos que se presentan en el camino. Sí... creo que esa es la guinda del pastel del estilo: Cuando la idea se enfrenta al mundo real, no puede adaptarse bien a él, y empieza a deformarse... los artistas se esfuerzan a toda prisa en moldear la ensalada que acaban de vomitar, para que se amolde mejor a los páramos del mundo tangible... y el resultado es el ESTILO con letras mayúsculas en times new roman doce.


Creo que eso nos está sucediendo en Gritos en el Pasillo. Da igual que hayamos crecido y/o madurado con Burton, Hitchcock, Lovecraft o Poe. El mundo real va erosionando poco a poco nuestros corsés platónicos. Va echándole un poco de sal a la ensalada... y entonces uno se detiene, mira hacia atrás y se da cuenta de que en algún lugar del proceso uno ha dejado de hablar con la voz de sus ídolos y ha empezado a hablar con su propia voz. Porque uno se encuentra con esos problemas imprevistos, con las despiadadas aristas de la praxis... y piensa, ¿qué harían Burton, Spielberg y Poe en una situación como esta? Y es entonces cuando uno, casi inconscientemente, responde: “no tengo ni puta idea”. Y es entonces cuando no queda más remedio que acudir a la propia voz, las propias ideas, las propias ilusiones...


Y si eso sucede cuando uno pinta o escribe, imaginaros el resultado en un largometraje, en el que siempre, por cojones, tiene que trabajar más de una persona.


Pero bueno... que los admiradores de Burton, Poe o la Hammer no se alarmen. Creo que estamos haciendo nuestra la historia, pero todavía queda mucho de Burton, Poe o la Hammer en nuestra peli. Las ventanas rezuman gabinete del doctor Caligari, los cementerios acogerían con una sonrisa a Christopher Lee o Peter Cushing, los árboles lindan con Sleepy Hollow por un lado y con Miyazaki por el otro. Y juraría haber divisado la silueta de Vincent Price a través de la cerradura de una puerta...